viernes, 9 de septiembre de 2011

¿LA SOCIEDAD DE LA TENCOLOGÌA O DEL CABIZBAJISMO?



Por Edinson Pedroza Doria*

“El que no sabe que no sabe, es un necio, apártate de él;

el que sabe que no sabe, es sencillo, instrúyelo;

el que no sabe que sabe, está dormido, despiértalo;

el que sabe que sabe, es un sabio, síguelo.”

Proverbio árabe.

El hombre a través de la historia ha desarrollado la ciencia y la tecnología, entre otros saberes, con el objetivo de satisfacer no solo algunas necesidades vitales, sino también para el consumo hedonista, pues su intencionalidad es hacer de la existencia terrenal algo chévere y placentero, sin mucho sacrificio físico. Esa es la idea, realizar el menor esfuerzo en las diversas actividades.

El interrogante surge debido a una reflexión que me he hecho últimamente por las actitudes de mis estudiantes cuando están en sitios diferentes a las clases y se centran en aparatos como audífonos, celulares, Ipads y minicomputadores. Difícil y complejo abordarla de un tirón y darnos explicaciones absolutas, puesto que somos seres humanos y somos impredecibles. Además, pueden manifestar, ante la pregunta del qué hacen, que realizan sus trabajos o consultas, dándonos unos desparpajos inmerecidos. Sin embargo, no podemos evadir la pregunta sin detenernos a pensar el porqué se incrementa esta cultura o forma de vida, no obstante la utilidad de la tecnología.

Ante este planteamiento, el de valerse de ese “conjunto de conocimientos técnicos, ordenados científicamente, que permiten diseñar y crear bienes y servicios que facilitan la adaptación al medio ambiente y satisfacer tanto las necesidades esenciales como los deseos de las personas”, ¿qué le queda a la sociedad? Ella ha hecho de la tecnología su ama y señora. Pero, su abuso indiscriminado está creando una cultura acrítica y perezosa mentalmente. El juego electrónico, el chat sin sentido, la escucha de música en audífonos, el abuso o manía de mirar constantemente el Blackberry o el celular, son apenas muestras de esa costumbre, que lenta y soterradamente se apodera de comportamientos humanos, creando una “cultura” generalizada de jóvenes distantes de la realidad-real, pero viviendo una realidad-virtual más llamativa para ellos, en apariencia.

Un grueso número de personas, sobre todo jóvenes, son esclavos y siervos del abuso de la tecnología; sometiéndose voluntariamente sin tener alternativa de salir de esa encrucijada, pues es su decisión y están en plena libertad de hacer lo que les plazca, sin que haya óbice para ello. Ni sus padres pueden hacer recomendaciones, ya que sería una afrenta para su libre desarrollo y su privacidad.

Habría que analizar lo que sucede actualmente con ese uso indiscriminado de la tecnología. Caso especial, la utilización del BlackBerry. El abuso de este aparato está creando una sociedad dependiente de él, que sería bueno llamar, “Sociedad de los cabizbajos”. Jóvenes acríticos que inmersos en el chateo o juego, poco a poco pierden el sentido de la realidad y se evaden, alienándose cada vez más de su contexto. Presas fáciles de una sociedad mercantilizada donde el tener es lo primordial, no importando el ser ni el “otro”. Cultura ególatra e insustancial por lo insensible ante los problemas del hombre y la sociedad.

Tal vez quienes crearon estos aparatos tecnológicos no lo hicieron para que existiese esa dependencia, sino para facilitar la comunicación entre aquellas personas que lo requerían. No obstante, la realidad es otra. El poco interés por la formación intelectual, por vivir la ley del acomodo y de la farándula, son sus ideales de existencia; igualmente, la falta de iniciativas por cambiar esa actitud, asumiendo un dejar pasar, dejar hacer, socavan la estructura de una sociedad en vía de desarrollo como la nuestra. ¿Estaremos por siempre metidos en la “cárcel del subdesarrollo”?, como decía el escritor venezolano Arturo Uslar Pietri.

Se podrá argumentar que eso sucede en cualquier parte del mundo. Sí, es verdad. Pero no todos debemos estar en el redil que nos imponen. Cada nación crea la posibilidad de soñar una sociedad ideal y nosotros no podemos desechar esa premisa que la regla de la vida nos encomienda. No sé si me equivoque. El progreso de una nación está en la salud mental de su comunidad, en especial la joven.

Podrán caer rayos y centellas y expresarse que existen otros problemas más graves, pero esta dependencia genera duda y me hace pensar que así nos convertiremos en borregos de una tecnología hecha por otros para someter, pues como se dice “La actividad tecnológica influye en el progreso social y económico, pero su carácter abrumadoramente comercial hace que esté más orientada a satisfacer los deseos de los más prósperos, consumismo, que las necesidades esenciales de los más necesitados, lo que tiende además a hacer un uso no sostenible del medio ambiente. Sin embargo, la tecnología también puede ser usada para proteger el medio ambiente y evitar que las crecientes necesidades provoquen un agotamiento o degradación de los recursos materiales y energéticos del planeta o aumenten las desigualdades sociales. Como hace uso intensivo, directo o indirecto, del medio ambiente biosfera, es la causa principal del creciente agotamiento y degradación de los recursos naturales del planeta”.

Esa es la realidad y como seres autónomos, con el libre albedrío para pensar, sería bueno que comenzáramos a soslayar alternativa de solución a este grande y tremendo problema de salud mental y comportamental. Creo que desde la escuela, sin despotricar contra la tecnología, debería iniciarse un trabajo de concientización de los pros y contras de este flagelo universal: la cultura del “cabibajizmo”. Pues así como las drogas lesionan las estructuras sociales, esta cultura maniaco-obsesiva provocará su metástasis entre pocos años, haciendo de nuestra juventud una horda de insensibles y fríos seres humanos.

Pensemos con seriedad la escuela y la educación del siglo XXI



Reflexionando sobre la importancia de la escuela y la educación en la sociedad, comencé a analizar que aún en el país no hay una claridad meridiana sobre éstas, no obstante las múltiples percepciones e investigaciones sobre el tema. Todo se queda en buenas intenciones y del papel no pasan.
Actualmente se dan infinidades de capacitaciones, congresos, simposios y foros nacionales e internacionales, y aún seguimos sin tener una postura propia que posibilite aunar esfuerzos para trascender el pensamiento anquilosado del discurso insustancial de pedagogías extrañas a nuestra realidad. Sin descartar que el conocimiento deba poseer una visión universal que responda a la certeza y a la verdad que dignifique la condición del ser humano, no equivocamos constantemente. Pervivimos en un aletargamiento y nuestro discurrir es monótono.
Entonces, esas buenas intenciones no trascienden más y todo se diluye en el ocaso del olvido a través de normas y exigencias descriteriadas.
Las primeras preguntas surgidas y que deben ser respondidas por la sociedad, el magisterio y los gobiernos son: ¿Cuál es la verdadera función de la escuela: la enseñanza y aprendizaje de conocimientos disciplinares o suplir lo que otras instancias sociales no hacen o, por el contrario, les compete ambas cargas de responsabilidad? ¿Puede la escuela suplir funciones y falencias de los demás entes sociales para combatir el pandillismo, la drogadicción, el sicariato, la prostitución infantil y juvenil, entre otros problemas, por medio de planes y programas trazados desde administraciones descontextualizadas de la realidad?¿ No es esto mucha responsabilidad? ¿Entonces, dónde quedan los conocimientos básicos de los saberes disciplinares para que niños y jóvenes puedan aprender y generar un desarrollo socioeconómico y podamos tener una vida digna?¿Dónde quedan las responsabilidades de la familia, del estado, de la iglesia, de los medios y de la clase dirigente en la educación de las nuevas generaciones? ¿Si la escuela además de preparar para la vida, también es el espacio para la adquisición de los rudimentos del conocimiento científico, entonces por qué se desvirtúa con la súperexigencia a los maestros y directivos escolares de labores que se desbordan más allá de sus capacidades profesionales?
Se podrá afirmar que los retos de la época son estos, pero, en mi  opinión, la educación escolar y la labor docente se pierde, quedando a un lado su sentido y funcionalidad.
De otra parte, no hay que olvidar que el conocimiento generado actualmente en todas las disciplinas ha aumentado considerablemente por las diferentes investigaciones y descubrimientos. El profesional del ahora, ya no maneja la enciclopedia cognoscitiva de hace unas décadas; igualmente, los problemas de ahora no son los mismos de los niños y jóvenes de hace unas décadas atrás. Entonces, ¿por qué no dosificar las responsabilidades y comenzar a trabajar interdisciplinariamente desde y con cada área de conocimiento por la estructuración de una sociedad justa y equitativa? ¿Por qué no delegar esas otras funciones a quienes correspondan como entes sociales también comprometidos con la formación integral del individuo?
La cuestión, en mi concepto, es que no hay unos criterios bien definidos en las políticas estatales y todos los actores, sin saber sobre la materia, quieren dejar su rúbrica, haciéndose protagonistas de una causa que excluye a quienes deberían debatir sobre la temática. Es bueno que todos aportemos, pero quienes deberían discurrir en la materia son los maestros y quienes investigan la educación, la pedagogía, la sicología, el lenguaje, la filosofía, entre otras áreas humanísticas.
Lastimosamente en el país todos somos toderos;de allí que no haya un norte definido hacia donde podamos dirigir la barca. Aquí se requiere un compromiso social, ético y profesional, en todas las órdenes, que vislumbre y posibilite una transformación en el actuar de las políticas educativas.
Hoy se puede hablar de planes decenales, de programas para erradicar el analfabetismo, de padrinazgos internacionales, de menciones, premios, medallas y pergaminos rimbombantes de la educación, pero si no tenemos un sentido pertinente de lo que deseamos y cómo lograrlo, se hará imposible materializar los sueños de progreso y desarrollo, y el país seguirá sufriendo las consecuencias de administraciones técnicas superficiales, que no contribuyen al bienestar de las gentes que, al final, es la esencia de todo lo que se hace.